Originario
de Portugal y España, llamaban a este rebozado templo. En la segunda mitad del
s. XVI, fue llevada por casualidad a Japón por unos misioneros. Sin embargo, los
habitantes del país, encontraron gran dificultad para pronunciar la ele en esta
palabra, por lo que la adaptaron a témpura.
Podemos utilizar la témpura tanto con pescado
como con hortalizas. Se suelen cortar estos productos en bocados, para poder
cogerlos fácilmente con los palillos, mezclarlos con salsas y llevarlos
directamente al paladar. Una de las salsas que se utilizan más comúnmente, es de
soja con ralladura de jengibre fresco, semillas de sésamo y un chorrito de
lima.
Los
asiáticos le dieron un toque más sutil a este rebozado, pasando de ser un
rebozado espeso y pesado, a un rebozado suave y transparente, dejando ver así
el color y aspecto del alimento.
Es muy fácil
de hacer, puesto que en muchos supermercados ya venden la harina de témpura sólo
a falta de echarle el agua. Aunque también se puede hacer con harina de trigo fina y con agua muy fría
o agua con gas. Yo personalmente utilizo la de arroz, puesto que no lleva
gluten, siendo así apto para los
celiacos.
La mezcla tiene
un tono blanco, pero si se le quiere dar un toque de originalidad, sin perder
su esencia, podemos añadir un colorante alimenticio para darle otro color. Aunque
parezca extraño, para que al masticar la pieza quede crujiente, la mezcla de
harina debe quedar con grumos.
Se fríe con
aceite de girasol o de sésamo, a una temperatura de entre 160º y 180º, durante
varios minutos o segundos, según el tipo de alimento, para preservar su sabor.